28 sept 2013

de NEWS.VA: Congreso Internacional sobre la Catequesis (27-9)

“…  me viene a la mente la historia de Jonás, una figura verdaderamente interesante, especialmente en nuestros tiempos de cambios y de incertidumbres. Jonás es un hombre pío, con una vida tranquila y ordenada, esto lo lleva a tener sus esquemas bien claros y a juzgar todo y a todos con estos esquemas, de manera rígida. Tiene todo claro, la verdad es esta… ¡Es rígido!
Por eso cuando el Señor lo llama y le dice ir a predicar a Nínive, la gran ciudad pagana, Jonás no se siente capaz. “¡Ir allá! ¡Pero si yo tengo toda la verdad aquí! No se siente capaz… Nínive está fuera de sus esquemas, está en la periferia de su mundo. Y entonces escapa, huye, se va a España, se embarca en una nave que va por esos lados. ¡Vuelvan a leer el Libro de Jonás! Es breve, pero es una parábola muy instructiva, especialmente para nosotros que estamos en la Iglesia.
¿Qué cosa nos enseña? Nos enseña a no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a Dios, porque Dios va siempre más allá. Pero ¿saben una cosa? ¡Dios no tiene miedo! ¿Sabían esto ustedes? ¡No tiene miedo! ¡Está siempre más allá de nuestros esquemas! Dios no tiene miedo de las periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontrarán allí. Dios es siempre fiel, es creativo. Pero por favor, no se entiende un catequista que no sea creativo. Y la creatividad es como la columna del ser catequista. Dios es creativo, no es cerrado, y por esto jamás es rígido, ¡Dios no es rígido! Nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, es necesario saber cambiar. Saber cambiar. ¿Y por qué debo cambiar? Es para adecuarme a las circunstancias en las que debo anunciar el Evangelio. Para permanecer con Dios en necesario saber salir, no tener miedo de salir. Si un catequista se deja llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se está ahí tranquilo termina por ser una estatua de museo: ¡y tenemos tantas eh! ¡Tenemos tantas! ¡Por favor, ninguna estatua de museo! Si un catequista es rígido se vuelve acartonado y estéril. Les pregunto: ¿alguno de ustedes quiere ser cobarde, estatua de museo o estéril? ¿Alguno lo quiere? (catequistas ¡No!) ¿No? ¿seguro? ¡Bien! Pero lo que les diré ahora lo he dicho tantas veces. Pero me viene del corazón decirlo. Cuando nosotros cristianos estamos cerrados en nuestro grupo, en nuestro movimiento, en nuestra parroquia, en nuestro ambiente, permanecemos cerrados y nos pasa lo que le pasa a todo aquel que es cerrado: cuando una habitación está cerrada empieza el olor de humedad… y si una persona está encerrada en ese cuarto, ¡se enferma! Cuando un cristiano está cerrado en su grupo, en su parroquia, en su movimiento está cerrado, se enferma. Si un cristiano sale por las calles en las periferias, puede pasarle aquello que sucede a cualquier persona que va por la calle: un accidente… Tantas veces hemos visto accidentes de tráfico… pero les digo: ¡prefiero mil veces una iglesia accidentada y no una iglesia enferma! ¡Una iglesia, un catequista que tenga el valor de arriesgar para salir y no un catequista que sabe todo, pero cerrado siempre y enfermo.
Y a veces enfermo de la cabeza…
Pero ¡atención! Jesús no dice: vayan, arréglenselas. ¡No! ¡No dice eso! Jesús dice: ¡vayan, estoy con ustedes! Ésta es nuestra belleza y nuestra fuerza: si nosotros vamos, si nosotros salimos a llevar su Evangelio con amor, con verdadero espíritu apostólico, con parresia, Él camina con nosotros, nos precede, nos “primerea”. ¡El Señor siempre nos primerea! Ya han aprendido el sentido de esta palabra. ¡Y esto lo dice la Biblia eh! No lo digo yo. La Biblia dice, el Señor dice en la Biblia: “yo soy como la flor del almendro”. ¿Por qué? Porque es la primera flor que florece en la primavera. Él es siempre “primero”. ¡Él es primero! Esto es fundamental para nosotros: ¡Dios siempre nos precede! Cuando pensamos ir lejos, a una periferia extrema, y quizás tenemos un poco de temor, en realidad Él ya está allá: Jesús nos espera en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma sin fe. Pero ustedes saben, una de las periferias que me hace tanto mal, que siento dolor -la vi en la diócesis que tenía antes-, es aquella de los niños que no saben hacerse la señal de la cruz. En Buenos Aires hay tantos niños que no saben hacerse el signo de la cruz. Esta es una periferia ¡eh! Se necesita ir ahí. Y Jesús está allí, te espera para ayudar a ese niño a hacerse el signo de la cruz. Él nos precede siempre.Queridos catequistas,¡siempre volver a partir de Cristo! Les digo gracias por aquello que hacen, pero sobre todo porque están en la Iglesia, en el Pueblo de Dios en camino. Permanezcamos con Cristo, permanecer en Cristo, busquemos cada vez más de ser una cosa sola con Él; sigámoslo, imitémoslo en su movimiento de amor, en su ir al encuentro del hombre; y salgamos, abramos las puertas, tengamos la audacia de trazar nuevas vías para el anuncio del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los acompañe. ¡Gracias!

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