SANTA MISA CON LOS
SEMINARISTAS, NOVICIOS, NOVICIAS Y CUANTOS SI ENCUENTRAN EN EL CAMINO
VOCACIONAL
Extractos de: HOMILIA DEL
PAPA FRANCISCO 7 de julio de 2013
“… Todo cristiano, y sobre
todo nosotros, estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza
que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos.
Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría
de ser consolados por Él, de ser amados por Él. Esto es importante para que
nuestra misión sea fecunda: sentir la consolación de Dios y transmitirla. A veces
me he encontrado con personas consagradas que tienen miedo a la consolación de
Dios, y, pobres, se atormentan, porque tienen miedo a esta ternura de Dios.
Pero no tengan miedo. No tengan miedo, el Señor es el Señor de la consolación,
el Señor de la ternura. El Señor es padre y Él dice que nos tratará como una
mamá a su niño, con su ternura. No tengan miedo de la consolación del Señor. La
invitación de Isaías ha de resonar en nuestro corazón: “Consolad, consolad a mi
pueblo” (40,1), y esto convertirse en misión. Encontrar al Señor que nos
consuela e ir a consolar al pueblo de Dios, ésta es la misión. La gente de hoy
tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que
demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el
corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar la
consolación de Dios! … ¡El misterio pascual es el corazón palpitante de la
misión de la Iglesia! Y si permanecemos dentro de este misterio, estamos a
salvo tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión, como del
desánimo que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. La fecundidad
pastoral, la fecundidad del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni
del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de conformarse con
la lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse,
la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz con Cristo, porque a veces nos
ofrecen la cruz sin Cristo: ésa no sirve–. Es la Cruz, siempre la Cruz con
Cristo, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión. Y desde la Cruz, acto
supremo de misericordia y de amor, renacemos como “criatura nueva” (Ga 6,15)… La
Iglesia, nos ha repetido Benedicto XVI, no es nuestra, sino de Dios; ¡y cuántas
veces nosotros, los consagrados, pensamos que es nuestra! La convertimos… en lo
que se nos ocurre. Pero no es nuestra, es de Dios. El campo a cultivar es suyo.
Así pues, la misión es sobre todo gracia. La misión es gracia. Y si el apóstol
es fruto de la oración, encontrará en ella la luz y la fuerza de su acción. En
efecto, nuestra misión pierde su fecundidad, e incluso se apaga, en el mismo
momento en que se interrumpe la conexión con la fuente, con el Señor… Queridos
seminaristas, queridas novicias y queridos novicios, queridos jóvenes en el
camino vocacional... “la evangelización se hace de rodillas”. ¡Sean siempre
hombres y mujeres de oración! Sin la relación constante con Dios la misión se
convierte en función. Pero, ¿en qué trabajas tú? ¿Eres sastre, cocinera,
sacerdote, trabajas como sacerdote, trabajas como religiosa? No. No es un
oficio, es otra cosa. El riesgo del activismo, de confiar demasiado en las
estructuras, está siempre al acecho. Si miramos a Jesús, vemos que la víspera de
cada decisión y acontecimiento importante, se recogía en oración intensa y
prolongada. Cultivemos la dimensión contemplativa, incluso en la vorágine de
los compromisos más urgentes y duros. Cuanto más les llame la misión a ir a las
periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón a Cristo, lleno de
misericordia y de amor. ¡Aquí reside el secreto de la fecundidad pastoral, de
la fecundidad de un discípulo del Señor!
Jesús manda a los suyos sin “talega, ni alforja, ni sandalias” (Lc
10,4). La difusión del Evangelio no está asegurada ni por el número de
personas, ni por el prestigio de la institución, ni por la cantidad de recursos
disponibles. Lo que cuenta es estar imbuidos del amor de Cristo, dejarse
conducir por el Espíritu Santo, e injertar la propia vida en el árbol de la vida,
que es la Cruz del Señor. Queridos amigos y amigas, con gran confianza les
pongo bajo la intercesión de María Santísima. Ella es la Madre que nos ayuda a
tomar las decisiones definitivas con libertad, sin miedo. Que Ella les ayude a
dar testimonio de la alegría de la consolación de Dios, sin tener miedo a la
alegría; que Ella les ayude a conformarse con la lógica de amor de la Cruz, a
crecer en una unión cada vez más intensa con el Señor en la oración. ¡Así su
vida será rica y fecunda! Amén.
http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2013/documents/papa-francesco_20130707_omelia-seminaristi-novizie_sp.htmlfoto: de vatican.va
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